Dania Rojas
Conocí a Dania por azar hace unos 5 meses, por Twitter. Ella quería clases de francés y yo, de canto. — Hagamos trueque — dijimos, y empezamos a reunirnos una vez por semana, virtualmente, para las clases. Digo por azar porque ni ella me seguía, ni yo a ella; un amigo me compartió su tuit. No tenemos amistades en común ni nos movemos en los mismos círculos. Por azar, porque yo llevaba mucho tiempo posponiendo aprender canto y, según me cuenta, ella también francés; aún así, nos encontramos en esa maraña cibernética de opiniones no solicitadas y fotos de gatitos.
Lo primero que admiré de Dania fue su amor por la docencia. He tenido muchas maestras a lo largo de mi vida y en pocas he reconocido la pasión por enseñar que ella tiene. Un par de clases de canto me bastaron para ver la nobleza y paciencia que tiene al dar clase; como mujer cuya vocación también es enseñar, conocer a Dania ha sido un aprendizaje constante, una motivación y la certeza de que acciones tan concretas como sembrar en la gente el placer por aprender, inspirarles — como ella me inspira — es un gran legado en este mundo. Si tan sólo esta profesión siempre se ejerciera con el mismo amor que he visto que Dania le pone a sus clases, no tengo duda de que esta vida sería mucho mejor.
Esta enumeración de cualidades no responde a una progresión lineal de cómo fui conociendo a Dania. Más bien, tengo que darle cierto orden al amor que me invade cuando pienso en ella, y en el descubrimiento diario que hago de las cosas que me gustan de ella, de estar cerca de ella.
La segunda cosa que admiro de Dania es su sentido del humor: su capacidad para reírse de la vida, de transformar la tragedia en comedia, de ver una punch line potencial en cada situación. Su forma de reír me llena de vida. Es la mujer más graciosa que he conocido estos 28 años que llevo habitando el mundo. Qué poderoso es reír frente a la adversidad de la vida cotidiana, del mundo real. Dania me ha enseñado también — porque no le basta con ser una excelente maestra de canto y de inglés — que se puede reír para sanar; he aprendido que la risa, así como las palabras, también tiene poder, y es un poder transformador. Reírme con ella me hace tomarme la vida, mi vida, específicamente, menos en serio. Y qué falta hace eso a veces. Reír con ella es como salir a tomar aire fresco.
Admiro la valentía de todas las mujeres en mi vida, porque cada una me ha enseñado distintas formas de resistir la hostilidad contra nosotras desde el amor y el acompañamiento. Dania entró en ese grupo recién llegó a mi vida; he presenciado los actos valientes de Dania así como he escuchado sobre ellos. Es fácil reconocer valentía en las acciones grandilocuentes, pero pocas veces nos fijamos en las pequeñas cosas, en reconocer nuestros errores, asumir sus consecuencias y corregir el camino. Las veces que he escuchado a Dania decir “sí fui esta persona, pero ya no lo soy ni estoy dispuesta a volver a serlo” y actuar en consecuencia me llenan de fe. Creer en el error, en el potencial que tiene admitir de dónde venimos para trazar el camino por el que queremos ir, y también por el que no.
De Dania admiro muchas cosas, pero ella no sólo es las cosas que admiro, las cosas que veo. No obstante, lo único que puedo hacer aquí es contarles mi parte de la historia: el pedacito de luz que me toca de ella, pero estoy segura de que hay mucho más por conocer. Dania es una mujer sumamente amorosa, llena de alegría y talentosísima. La he visto pensar y crear los platillos más deliciosos motivada del amor a los sabores y a las texturas, y del deseo de compartir su comida con quienes quiere. La he escuchado explicar las embedded questions y por qué ‘orange’ es una excepción a la regla en la pronunciación del inglés con una pasión impresionante por la lengua, por la gramática y por el inglés. La he contemplado cantar, tocar el piano y el ukulele, una y otra vez, sólo por el placer de sentirme invadida de las sensaciones que transmite con la calidez de su voz. He tenido la suerte de presenciar el amor que da y recibe como amiga, como roomie, como maestra, como hija y como hermana.
Dania es también las cosas que no me gustan, porque de nada me sirve idealizarla, pero hoy ésas no caben aquí. El resto de los días, tampoco, porque la quiero así, como es. Ojalá tengan la dicha de conocerla; yo, hoy tengo el placer de compartir un cachito de vida a su lado, y me siento muy bendecida. Dania Rojas me inspira y me motiva a ser mejor todos los días, a cuestionarme, a soltar, a dejar de tener miedo, a crecer y a aprender. Yo sólo buscaba una maestra de canto, y ella sólo una maestra de francés, pero en esta lotería que es la vida — tan llena de azar que a veces parece destino — a mí me tocó aprender mucho más con y de Dania; y a ella, bueno, sólo le tocó una maestra de francés un poco torpe y muy cursi, pero que la quiere mucho.